200, doscientos segundos son los que dura este cortometraje, tiempo suficiente para realzar uno de los problemas más graves y que se tiene olvidado, las hijas e hijos de las mujeres maltratadas.
Como bien dice en el dossier del cortometraje que Ramón personalmente nos ha enviado y que podéis ver al final de estas líneas, “los niñ@s son esponjas y los adult@s espejos” los cuales repiten las conductas de sus progenitores y en un presente no muy lejano serán los futuros maltratadores o las futuras maltratadas.
En este dossier también nos recuerda una cita que el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) publicó recientemente en el que se decía: “La Ley obliga al magistrado a adoptar las medidas necesarias para garantizar la seguridad y la recuperación de los hijos, además de realizar un seguimiento periódico de su evolución, pero es algo que no se hace frecuentemente.” Y es así, la realidad es más dura que la fantasía y esta nos muestra el olvido al que están sometidas las hijas e hijos de las mujeres maltratadas, que además de haber soportado y convivido con la violencia a la que era sometida su madre, y muchas veces ellos mismos, luego les toca seguir sufriendo con visitas y convivencias interminables con el verdugo de su madre y de ellos mismos, y en muchísimas ocasiones ser la herramienta que utiliza el maltratador para seguir sometiendo a la mujer.
Como resume Ramón San Román: “Los niños son esponjas y los adultos espejos. La imitación juega un papel importante en el aprendizaje de los menores y en el desarrollo de su empatía. Nuestros espejos reflejan hoy, lo que nuestra realidad será mañana.” Nuestra obligación y la de todas las instituciones que atienden a las mujeres víctimas de violencia de género es velar por las hijas e hijos de estas mujeres, ellas y ellos también son víctimas y su futuro dependerá de la atención que les prestemos.
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